Por Fernando Peña. La prensa dominicana, los periodistas profesionales están de espaldas a lo nuevo, a la Era del conocimiento y la revolución de la comunicación que nos ha traído,para quedarse para siempre, nuevos paradigmas, nuevas herramientas comunicacionales con la tecnología y el internet. Y esa revolución en la comunicación lo ha cambiado todo. Incluyendo la correlación y posicionamiento gerarquico de ellos. Hoy, la comunicación ha pasado a un segundo lugar, de un tercero que ocupaba en poder e influencia. La economía sigue en primer lugar, en segundo lugar la comunicación y la política de segundo lugar ha pasado a tercer lugar. Los periodistas no se dan cuenta, la comunicación con sus nuevas poderosas herramientas del internet ha pasado al segundo lugar, un poder nunca visto, determinante para los destinos de gobiernos y sociedades. Ante el desborde determinante ese poder, gobiernos y Estado recurren a la representación y persecución de los nuevos paradigmas YouTube, creadores de contenidos políticos y sociales que sin desparpajo les denuncian sus complicidades y corrupción. A veces con verdades otras con mentiras tal y como siempre ha hecho la prensa tradicional en representando intereses económicos y políticos. Los periodistas creadores de opinión, la gran prensa se siente amenazada por lo nuevo, por los nuevos comunicadores y sus poderosas herramientas, sus intereses económicos y de poder están en riesgo. Por ello se han agrupado y en componenda con el poder político y económico están en una cruzada contra los nuevos comunicadores que están sueltos sin regulación, reglas ni códigos. Esta situación está creando una expresión de intolerancia, se ha creado un nuevo intento de ponerle “límites” a la libertad de publicar que es, a la luz de toda lógica, abrirle la puerta a la censura.
Por sus intereses personales, económicos y de poder no aceptan que las mentiras y abusos de la prensa, de las nuevas herramientas de comunicación se combaten con más libertad, transparencia y derecho de réplica, no con castigos impuestos por el poder.
La diferencia entre imprimir billetes falsos y publicar información es que lo primero siempre es delito, mientras que lo segundo requiere debate, contraste y verificación.